Láminas de blindaje
Mientras por la carretera cruzo
cientos de kilómetros de niebla
la programación de un loop inyecta en mis oídos
Lost In Time (Synkro Remix)
a las 7 de la noche en el inicio del mundo.
Entonces veo a través de la ventana y pienso:
un día miraré atrás y no quiero encontrar
los signos de arrepentimiento,
muestras y ruinas de lo que no hice,
síntomas de un temor que nunca se alejó de mí.
Un día miraré atrás y no quiero encontrar
el estómago amurallado:
láminas de un blindaje que no ha podido ceder
ni deja salir las palabras.
Casetas, estaciones de servicio
y la niebla no desaparece.
La ventana me devuelve apenas los reflejos.
Con la frente al vidrio continúo:
el vértigo y su fuerza de atracción
me vence,
me he sentido fríamente mal
y ninguna temperatura ha logrado diferencia.
¿Qué cosa es el deseo?
¿Qué cosa es la libertad?
Acaso sean el germen
de los sucesos devastadores.
Quiero mirar mi pasado
y reconocer los detalles que me hayan devuelto la fe
incluso si han sido rodeados
por una fulminante desolación.
La neblina se filtró por la ventana
y hace unos segundos que también se filtró en mí.
Apretando los ojos distingo un punto fluorescente,
se comprime y expande
como si fuera un latido:
se siente tan natural entregarme,
vertirme
en lo profundamente superficial,
pero cuando mire hacia atrás
no quiero saberme traidor de nada ni nadie.
Quizá no estoy en el lugar de desear
pero es imposible evitarlo,
porque el deseo aparece con fuerza
y es un relámpago de vitalidad
un hermosísimo desastre
que me hace abrir los ojos hacia la luz.
Lost In Time comienza nuevamente,
por octava o novena ocasión.
No puedo dejar de pensar:
todo permanece en riesgo de colapso.
Ahora que miro alrededor
y sé muy bien en dónde estoy parado,
veo que siempre está la búsqueda perpetua de equilibrio:
mi vida se ha tratado de un esfuerzo irremediable
para no caer,
pero es en el instante previo a la caída
donde toda la potencia de mi sangre
se dispara
como un golpe de fascinación.
He perdido la cuenta del tiempo.
Estoy hipnotizado:
hablo como si tuviera mucha vida por delante.
Hablo con la valentía de un idiota
que miró largamente el vacío
y se creyó deslumbrado,
pero no,
la única certeza es que en cualquier momento
voy a esfumarme.
No aseguro mi vida
pero aseguro mi desaparición:
aquí dejo la rotunda garantía
de que me voy a desvanecer.
No quiero que termine la carretera.
Estoy en el mismo loop interminable,
girando en sincronía con la inyección de sonido:
¿a qué supuesta edad
ya no está muy bien lanzar
poemas como bombas?
Quizá llega un momento
en que es ridículo jugar a ser una persona viva
llena de un deseo desenfrenado,
pero no,
no quiero hacerme el muerto nunca.
Quiero llegar al borde de mi vida
equilibrado en el filo de una montaña:
quiero estar de pie en la hoja
de un cuchillo descomunal.
Quiero que los poemas que quizá ya no pueda escribir
sigan estallando en mi cabeza,
y quiero que los poemas que ya sólo pueda imaginar
me den toda la fuerza de un segundo corazón.
(Ciudad de México, 1989) Escritor. Ha publicado ensayo, cuento y poesía. Con frecuencia imparte talleres de escritura creativa y produce ROTTTOR, un proyecto de música electrónica. Experimenta con literatura en redes sociales desde la cuenta de Instagram @e_vizcaya.