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Emmanuel Vizcaya

Láminas de blindaje

Mientras por la carretera cruzo

cientos de kilómetros de niebla

la programación de un loop inyecta en mis oídos

Lost In Time (Synkro Remix)

a las 7 de la noche en el inicio del mundo.

Entonces veo a través de la ventana y pienso:

un día miraré atrás y no quiero encontrar

los signos de arrepentimiento,

muestras y ruinas de lo que no hice,

síntomas de un temor que nunca se alejó de mí.

Un día miraré atrás y no quiero encontrar

el estómago amurallado:

láminas de un blindaje que no ha podido ceder

ni deja salir las palabras.

 

Casetas, estaciones de servicio

y la niebla no desaparece.

La ventana me devuelve apenas los reflejos.

Con la frente al vidrio continúo:

el vértigo y su fuerza de atracción

me vence,

me he sentido fríamente mal

y ninguna temperatura ha logrado diferencia.

¿Qué cosa es el deseo?

¿Qué cosa es la libertad?

Acaso sean el germen

de los sucesos devastadores.

Quiero mirar mi pasado

y reconocer los detalles que me hayan devuelto la fe

incluso si han sido rodeados

por una fulminante desolación.

 

La neblina se filtró por la ventana

y hace unos segundos que también se filtró en mí.

Apretando los ojos distingo un punto fluorescente,

se comprime y expande

como si fuera un latido:

se siente tan natural entregarme,

vertirme

en lo profundamente superficial,

pero cuando mire hacia atrás

no quiero saberme traidor de nada ni nadie.

Quizá no estoy en el lugar de desear

pero es imposible evitarlo,

porque el deseo aparece con fuerza

y es un relámpago de vitalidad

un hermosísimo desastre

que me hace abrir los ojos hacia la luz.

 

Lost In Time comienza nuevamente,

por octava o novena ocasión.

No puedo dejar de pensar:

todo permanece en riesgo de colapso.

Ahora que miro alrededor

y sé muy bien en dónde estoy parado,

veo que siempre está la búsqueda perpetua de equilibrio:

mi vida se ha tratado de un esfuerzo irremediable

para no caer,

pero es en el instante previo a la caída

donde toda la potencia de mi sangre

se dispara

como un golpe de fascinación.

 

He perdido la cuenta del tiempo.

Estoy hipnotizado:

hablo como si tuviera mucha vida por delante.

Hablo con la valentía de un idiota

que miró largamente el vacío

y se creyó deslumbrado,

pero no,

la única certeza es que en cualquier momento

voy a esfumarme.

No aseguro mi vida

pero aseguro mi desaparición:

aquí dejo la rotunda garantía

de que me voy a desvanecer.

 

No quiero que termine la carretera.

Estoy en el mismo loop interminable,

girando en sincronía con la inyección de sonido:

¿a qué supuesta edad

ya no está muy bien lanzar

poemas como bombas?

Quizá llega un momento

en que es ridículo jugar a ser una persona viva

llena de un deseo desenfrenado,

pero no,

no quiero hacerme el muerto nunca.

Quiero llegar al borde de mi vida

equilibrado en el filo de una montaña:

quiero estar de pie en la hoja

de un cuchillo descomunal.

Quiero que los poemas que quizá ya no pueda escribir

sigan estallando en mi cabeza,

y quiero que los poemas que ya sólo pueda imaginar

me den toda la fuerza de un segundo corazón.

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(Ciudad de México, 1989) Escritor. Ha publicado ensayo, cuento y poesía. Con frecuencia imparte talleres de escritura creativa y produce ROTTTOR, un  proyecto de música electrónica. Experimenta con literatura en redes sociales desde la cuenta de Instagram @e_vizcaya.