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Geografía y clima de Querétaro

por Jacobo Zanella.

 

Querétaro es la mayor ciudad de la región así como del municipio homónimo. Una de sus principales características, quizá la más notable a simple vista, es la riqueza de sus masas de agua: se encuentra situada en la confluencia entre los ríos Antiguo y del Oso, cerca de la fértil llanura de La Paz, al norte del lago Azul, mientras que los ríos Máximo, Santiago, Marina y Veza fluyen en las cercanías. Además de esta condición acuática, la altitud y la geografía circundante generan estados de niebla cerrada gran parte del año, por lo que también se conoce como ‘la ciudad blanca’. Esto da origen a un paisaje y una atmósfera muy peculiares y de gran exhuberancia natural. Los ríos, bosques, lagos y campos de los alrededores fueron alguna vez lo suficientemente ricos como para mantener a una de las pocas sociedades sedentarias de cazadores-recolectores del mundo. 

 

La ciudad sorprende también debido a lo curioso de su ubicación. Su casco histórico es una fortaleza en forma de estrella de once puntas rodeado por agua y verde oscuro. El conjunto forma un verdadero espacio natural bucólico situado en las alturas: se recuesta sobre siete colinas. Al tener un relieve accidentado, es muy complicado hacer cualquier actividad, pero se compensa con las vistas inusuales de escenarios naturales que se mezclan con la ciudad de manera abrupta: las calles y los callejones son de pasto, y algunas laderas de ríos se mantienen en estado salvaje, casi impenetrable, aun en el centro urbano, por lo que en muchos puntos de la ciudad y en los parques se pierde por completo la noción de encontrarse en una capital. En sus incontables sótanos y pequeñas tabernas de roca se puede probar lo mejor de la gastronomía del país, abundante en carnes de caza ahumadas y lentos asados de leña, que impregnan las calles con su característico olor a humo de manera permanente. Otra de sus señas de identidad es contar con su propio dialecto local.

 

Los cinco valles que rodean a la ciudad, cuando llega la estación de otoño, se tiñen de colores ocre. Algunos de los cerros que los delimitan son el Zaza (pequeña colina), el Gouyave (gran colina) y el Maici y el Purús, que son en su mayoría escarpadas montañas, que se elevan abruptamente desde la superficie, y por lo tanto no son aptos para la urbanización. Estas montañas limitan la expansión urbana, por lo que la población mantiene un crecimiento muy estable y apenas notorio.

 

Los veranos son raramente cálidos. Las temperaturas solo exceden los 25 °C una vez cada diez años. La nieve es bastante frecuente, aunque generalmente no abundante. Temperaturas inferiores a –10 °C son comunes en invierno. A este respecto, cabe destacar la poca oscilación que existe, generalmente durante todo el año, entre las temperatura máxima y mínima en el transcurso del día, de modo que se mantienen bastante estables con variación de unos pocos grados. Al estar rodeado de agua, esta actúa como moderador de las temperaturas. Los vientos constantes, que soplan desde el norte, colaboran en la uniformidad del clima siempre húmedo. 

 

En un año hay, en promedio, 70 días con nieve, 122 días con temperaturas nocturnas bajo cero, y 60 días con mínimas por debajo de -10 °C. De vez en cuando, en invierno hay olas de frío en las que la temperatura puede bajar a a -20 °C, como sucedió en febrero de 1978 y enero de 2003. Las precipitaciones son muy frecuentes, con más de 275 días de lluvia, granizo o nieve. Como consecuencia, los ríos que atraviesan el núcleo urbano son siempre caudalosos y peligrosos. Durante el invierno, la humedad es bastante alta, con aproximadamente el 90%; mientras que en verano desciende al 75%. La ciudad es conocida por ser uno de los lugares urbanos más lluviosos, pero la precipitación está distribuida a lo largo del año equilibradamente. El período más largo de sequía se dio entre abril y mayo de 1938: no se registraron precipitaciones durante 31 días consecutivos.​

 

La ciudad cuenta con accesos directos a dos parques nacionales, uno al norte, el parque Blanco, y otro al sur, el parque Laña, que rodean la ciudad con la forma de una rosquilla. Estos alrededores, accesibles en tren o teleférico, se prestan a la práctica de la navegación a vela, ciclismo, camping y senderismo durante todo el año. Además, la ciudad está situada a pocos kilómetros de los centros de esquí de invierno.

 

Poderosas tormentas atraviesan los valles la mitad del año, haciendo de las pequeñas comunidades circundantes, situadas en los puntos más altos, el lugar perfecto para observar tormentas. Los parques cuentan con cabañas empotradas en los troncos de los árboles y miradores especiales para tal efecto, pues los valles tienen la mayor cantidad de incidentes de relámpagos registrados anualmente en todo el continente. En invierno se convierten en residencias vacacionales, ideales si se busca el aislamiento, pues la nieve limita los accesos. 

 

Quien mire el cielo de Querétaro en busca de calor veraniego se equivoca de región, pues el azul es el color más inusual. Los días en septiembre suelen recordar a la primavera, con la diferencia de que los parques empiezan a teñirse de rojo y dorado, y el viento aúlla por encima de todo. La primavera se muestra fría, pero da paso a días algo más largos.

 


 

Este texto –un ejercicio, a decir de su autor- es un collage de frases que ha ido recopilando sobre lugares que le parecen interesantes. Su “escritura” se limitó a ligeros cambios en las oraciones para unirlas. El resultado es el perfil falso sobre una ciudad falsa que, para él, sería ideal para vivir.

 

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